Aqui les presento un caso de la vida real de un psiconauta y su experiencia con el tabu mas peligroso de la sociedad....(las DROGAS ILEGALES)
Tipo: Sativa paraguaya
Cantidad: no mucha
Esta fue mi primera experiencia de marihuana.
No era la primera vez que había fumado, en realidad hacia casi un año que fumaba ocasionalmente. No grandes cantidades, pero suficientes para haber provocado un efecto psicoactivo que nunca se había manifestado.
Tenía 18 años. Estaba en Córdoba (argentina) ciudad donde había llegado para estudiar psicología 3 meses antes.
Había conocido a Fabiana, una chica muy especial que nunca más volví a ver.
Ella era mayor que yo (tenia unos 22 años).
Estábamos en su casa con mas gente, todos mas grandes que yo.
Me sentía un tanto intimidado por los otros compañeros de piso de Fabiana, de los cuales ignoraba que relación tenían con ella. (yo tenia una relación sexo-sentimental y no sabia si alguno de ellos estaban en mi misma situación)
Puede percibirse de entrada que mi estado era un tanto paranoico (en un leve sentido de la palabra)
Estábamos allí. Yo prácticamente mudo, tomando vino tinto (solo un poco) y estos chicos sacaron un gran ladrillo de marihuana, aproximadamente 1 kilo (prensada, como se suele vender en argentina). Ladrillo comprado con dinero de la venta de un estéreo de la madre de uno de estos chicos y que estaba destinado a ser revendido en Chile para obtener unas ganancias.
Esta maría no era especialmente potente (alrededor de un 8 % de thc por lo que luego aprendería); pero en el mercado argentino era una muy buena marihuana.
Nos pusimos a fumar.
Estábamos escuchando The Doors. En la habitación había una luz tenue. Echados en el suelo y sillones, 5 o 6 personas.
Fabiana y sus amigos charlaban, hablaban acerca de la venta de este ladrillo. Yo escuchaba la conversación casi sin participar y me limitaba a acariciar un gato que había allí.
Recuerdo ver una vela, la música, la voz de Jim Morrison (creo que el gato también se llamaba así).
Mi principal interés era Fabiana, tenía ganas de estar a solas con ella, de besarla; pero no tenía muy clara la situación y me limitaba a estar sentado.
No fumé mucho, le habré dado 3 o 4 caladas una vez y luego otras 2 o 3.
Entonces comencé a sentir incrementada mi ya incipiente paranoia sexo-sentimental. No sabía que hacer con Fabiana y sus amigos, me sentía cohibido y muy incómodo.
Realmente no sabía que se trataba del efecto de la maría, mas bien lo percibí como una continuidad de mis persecuciones mentales.
Decidí irme.
Le dije a Fabiana que me iba. Le sorprendió e intentó que me quedara. (En realidad no hacia mucho que había llegado) Le dije alguna excusa. Aceptó y se ofreció a acompañarme a tomar el colectivo.
Fuimos caminando, creo que ella notaba que me pasaba algo, pero no le dije que tenía un colocón tremendo. (Le había dicho que yo fumaba cotidianamente lo cual no era mentira, pero en realidad estaba lejos de conocer un verdadero estado de marihuana)
Vino el colectivo, despedí a Fabiana y me subí. Fue la última vez que la vi.
Allí empezó el viaje.
Primero, estaba absolutamente perdido. No conocía la ciudad en absoluto y el colocón de Thc menos aún.
Estaba sentado en la parte de atrás del autobús. Miraba la ciudad y pensaba que no tenía idea donde estaba, ya no recordaba si había cogido el autobús correcto, ni cual hubiera sido el correcto tampoco.
La sensación física me gustaba. Principalmente en la boca y la cabeza.
Pero estaba preocupado por mi destino.
Pensé en preguntarle al chofer por el lugar a donde me dirigía, pensé en si era capaz de levantarme de asiento, me imaginé haciéndolo y lo que le iba a preguntar para hacerlo correctamente. Cuando terminé de visualizarlo me encontré con la duda de si ya lo había hecho efectivamente.
No podía saber si lo había imaginado o si lo había hecho en realidad.
Trataba de recordarlo y se me venía a la cabeza lo que había imaginado, y otra vez caía en la incertidumbre de si lo había realizado efectivamente.
Aquí me di cuenta que estaba efectivamente colocado de marihuana.
Comencé a percibirme pensando, como un desdoblamiento de la conciencia donde no podía determinar si estaba pensando algo o si estaba percibiendo que lo había pensado.
Este percepción de la percepción, esta meta percepción, se estiraba indefinidamente, retroalimentándose de sí misma; donde mi yo, el lugar de mi conciencia, era un minúsculo elemento multiplicado al infinito como en un juego de espejos enfrentados.
La sensación era globalmente divertida, no sin momentos de vértigo y pérdida, pero interesante.
Así transcurría el viaje, pensando en pensar, dudando de si pensaba o hablaba, de si había consultado al chofer o solo lo había imaginado. Tratando de determinar en qué consistía esa sensación. Divertido, jugando en la metafísica de los espejos.
Luego me di cuenta que estaba llegando a mi destino, el centro de la ciudad.
Mi viaje estaba terminando.
Relajado y feliz descendí del autobús. Había llovido. La ciudad lucía preciosa con reflejos amarillentos de las luces de sodio en las aceras mojadas.
Mi primer viaje había terminado.
Tipo: Sativa paraguaya
Cantidad: no mucha
Esta fue mi primera experiencia de marihuana.
No era la primera vez que había fumado, en realidad hacia casi un año que fumaba ocasionalmente. No grandes cantidades, pero suficientes para haber provocado un efecto psicoactivo que nunca se había manifestado.
Tenía 18 años. Estaba en Córdoba (argentina) ciudad donde había llegado para estudiar psicología 3 meses antes.
Había conocido a Fabiana, una chica muy especial que nunca más volví a ver.
Ella era mayor que yo (tenia unos 22 años).
Estábamos en su casa con mas gente, todos mas grandes que yo.
Me sentía un tanto intimidado por los otros compañeros de piso de Fabiana, de los cuales ignoraba que relación tenían con ella. (yo tenia una relación sexo-sentimental y no sabia si alguno de ellos estaban en mi misma situación)
Puede percibirse de entrada que mi estado era un tanto paranoico (en un leve sentido de la palabra)
Estábamos allí. Yo prácticamente mudo, tomando vino tinto (solo un poco) y estos chicos sacaron un gran ladrillo de marihuana, aproximadamente 1 kilo (prensada, como se suele vender en argentina). Ladrillo comprado con dinero de la venta de un estéreo de la madre de uno de estos chicos y que estaba destinado a ser revendido en Chile para obtener unas ganancias.
Esta maría no era especialmente potente (alrededor de un 8 % de thc por lo que luego aprendería); pero en el mercado argentino era una muy buena marihuana.
Nos pusimos a fumar.
Estábamos escuchando The Doors. En la habitación había una luz tenue. Echados en el suelo y sillones, 5 o 6 personas.
Fabiana y sus amigos charlaban, hablaban acerca de la venta de este ladrillo. Yo escuchaba la conversación casi sin participar y me limitaba a acariciar un gato que había allí.
Recuerdo ver una vela, la música, la voz de Jim Morrison (creo que el gato también se llamaba así).
Mi principal interés era Fabiana, tenía ganas de estar a solas con ella, de besarla; pero no tenía muy clara la situación y me limitaba a estar sentado.
No fumé mucho, le habré dado 3 o 4 caladas una vez y luego otras 2 o 3.
Entonces comencé a sentir incrementada mi ya incipiente paranoia sexo-sentimental. No sabía que hacer con Fabiana y sus amigos, me sentía cohibido y muy incómodo.
Realmente no sabía que se trataba del efecto de la maría, mas bien lo percibí como una continuidad de mis persecuciones mentales.
Decidí irme.
Le dije a Fabiana que me iba. Le sorprendió e intentó que me quedara. (En realidad no hacia mucho que había llegado) Le dije alguna excusa. Aceptó y se ofreció a acompañarme a tomar el colectivo.
Fuimos caminando, creo que ella notaba que me pasaba algo, pero no le dije que tenía un colocón tremendo. (Le había dicho que yo fumaba cotidianamente lo cual no era mentira, pero en realidad estaba lejos de conocer un verdadero estado de marihuana)
Vino el colectivo, despedí a Fabiana y me subí. Fue la última vez que la vi.
Allí empezó el viaje.
Primero, estaba absolutamente perdido. No conocía la ciudad en absoluto y el colocón de Thc menos aún.
Estaba sentado en la parte de atrás del autobús. Miraba la ciudad y pensaba que no tenía idea donde estaba, ya no recordaba si había cogido el autobús correcto, ni cual hubiera sido el correcto tampoco.
La sensación física me gustaba. Principalmente en la boca y la cabeza.
Pero estaba preocupado por mi destino.
Pensé en preguntarle al chofer por el lugar a donde me dirigía, pensé en si era capaz de levantarme de asiento, me imaginé haciéndolo y lo que le iba a preguntar para hacerlo correctamente. Cuando terminé de visualizarlo me encontré con la duda de si ya lo había hecho efectivamente.
No podía saber si lo había imaginado o si lo había hecho en realidad.
Trataba de recordarlo y se me venía a la cabeza lo que había imaginado, y otra vez caía en la incertidumbre de si lo había realizado efectivamente.
Aquí me di cuenta que estaba efectivamente colocado de marihuana.
Comencé a percibirme pensando, como un desdoblamiento de la conciencia donde no podía determinar si estaba pensando algo o si estaba percibiendo que lo había pensado.
Este percepción de la percepción, esta meta percepción, se estiraba indefinidamente, retroalimentándose de sí misma; donde mi yo, el lugar de mi conciencia, era un minúsculo elemento multiplicado al infinito como en un juego de espejos enfrentados.
La sensación era globalmente divertida, no sin momentos de vértigo y pérdida, pero interesante.
Así transcurría el viaje, pensando en pensar, dudando de si pensaba o hablaba, de si había consultado al chofer o solo lo había imaginado. Tratando de determinar en qué consistía esa sensación. Divertido, jugando en la metafísica de los espejos.
Luego me di cuenta que estaba llegando a mi destino, el centro de la ciudad.
Mi viaje estaba terminando.
Relajado y feliz descendí del autobús. Había llovido. La ciudad lucía preciosa con reflejos amarillentos de las luces de sodio en las aceras mojadas.
Mi primer viaje había terminado.